Como es un " cortar y copiar" no consigo centrar el texto, mientras lo perfecciono esto es lo que hay... y si no segunda opción es leerlo en la pagina de rafapal.com. Me encanta este lado de Rafa, es evidente que siempre pone en lo que escribe pasión y visceras, aqui además se intuye su alma.
A lo largo de la primera parte hemos analizado los métodos para ligar,
para seducir a otra persona, para convencerla, en definitiva, de que a
quien debería prestar atención y ofrecer sus favores es a nuestra persona
y no a otra. De una u otra manera, de lo que hemos estado hablando es de
las máscaras que podemos utilizar para seducir (de “engañar”, como decía
el diccionario) a otra persona.
Como hemos visto, esa seducción que parte de la impostura es una maniobra
que todos hemos aprendido a efectuar en una sociedad en la que la
colocación de caretas y máscaras ha constituido una forma de
relacionarnos, un modelo empresarial en toda la regla; y lo ha sido hasta
tal punto que lo hemos asumido como normal. De acuerdo a ese modelo,
cuantas más caretas logre colocarse una persona, más posibilidades de
seducción tendrá, pues el abanico de posibles compradores de su producto
(uno mismo) aumentará proporcionalmente. Valgan como ejemplos el mítico
Casanova o el conde Valmont de las “Amistades peligrosas” de que hay
técnicas para convencer: el ligar sería así, un tipo de marketing, una
venta en la que uno mismo es el producto, que se ajusta a un mayor número
de compradores. Si en eso, en la apariencia, reside lo que uno considera
el triunfo, no hay duda de que algunas de las técnicas apuntadas en la
primera parte resultarán atractivas para los lectores. Ahora bien, todo
aquel que se coloque una careta, en cualquier situación de la vida, y
específicamente, en el arte del cortejo, sabe que, a partir de ese
momento, su relación con la otra persona quedará marcada por ella. Es
decir, si la otra persona se enamora de esa careta, de esa máscara,
demandará que nos la coloquemos constantemente porque es de ella, de la
máscara, de la que se ha enamorado. En otras palabras, que nos obligará a
ser otra persona, a desarrollar otra personalidad para recibir su
aprobación, su cariño. Por el lado positivo, en el caso de que la otra
persona haya conseguido sacar a la luz una faceta nuestra oculta que
permanecía reprimida, esto redundará en una potenciación de nosotros
mismos y de la pareja resultante. Por el contrario, en el caso de que las
facetas que nos potencie sean imposturas, la imitación de un personaje,
nos obligará a ser ese personaje, ese fantasma, todo el tiempo que
pasemos con la otra persona. Las consecuencias de esto serán, de una u
otra forma, violentas. En el caso de que estemos reprimiendo nuestra
verdadera esencia, buscaremos en otro lado quien nos permita expresarnos
tal y como somos (amigos, amantes) o, incluso, puede que acabemos odiando
a esa persona que nos tiene “apresados”. De todo ello, resultarán
relaciones, en mayor o menor medida, sadomasoquistas, es decir, que se
sostengan sobre una dinámica perversa.
Toda esta exposición, como ha quedado reflejado a lo largo del ensayo,
puede explicar muchas cosas. Explica, por ejemplo, lo poco que duran los
matrimonios entre actores; muchos de ellos se enamoran del personaje que
interpretan, es más, algunas de las personas que se casan con actores
seguro que lo hacen, en alguna medida, enamorados del personaje que
interpretaron en determinada película. Incluso nosotros mismos cada vez
que hemos deseado a un personaje famoso es muy posible que nos
sintiéramos atraídos por ese personaje y no por la persona, por su
esencia. La vida de los actores es paradigmática del tiempo que nos ha
tocado vivir; ellos llevan hasta las últimas consecuencias el tema de la
máscara: quizás por ello se pusieron tan de moda las entrevistas a los
actores en el tiempo del que nos ocupamos. Si recordáis, las preguntas
más repetidas por los periodistas fueron:
-¿Cómo hiciste para meterte en la piel de ese personaje? ¿cómo te
sentías? ¿te ha costado separarte de él?
En realidad, en esas preguntas están ímplicitas muchas reflexiones que
todos nos hemos hecho: cómo encontrar nuestra verdadera esencia, ésa sin
máscaras que un día dejamos atrás cuando nos introdujimos en el mundo de
los adultos, el mundo del fingimiento, el mundo de Mátrix.
La respuesta es muy sencilla, a menos que seas consciente de que estás
interpretando un personaje, que no te lo llegues a creer y te
autoobserves actuando, ese personaje te acabará devorando. Pasó con
Tarzán/Johny Weismüller, con Bela Lugosi/Drácula y les pasó a la mayor
parte de las estrellas del show business (Michael Jackson, Prince, Janis
Joplin, Marilyn, James Dean, etc, etc). Recuerdo una anécdota, relatada
por un conocido locutor español, acerca del músico español, Enrique
Urquijo, cantante del grupo “Los Secretos”, muerto a los cuarenta y
tantos años de cirrosis, después de una vida depresiva, alcohólico y
drogadicto, que le llevó a escribir memorables canciones; la vieja
historia mil veces contada del rockero. Contaba el discjockey Diego
Manrique que este afamado músico español nunca logró superar el complejo
de que, cuando bajaba del escenario, las mujeres se encontraban con una
persona “normal”. Las fantasías femeninas se desvanecían y él no era
capaz de estar a la altura de lo que (pensaba) que ellas esperaban. Todo
ello contribuyó a potenciar su pesimismo y su carácter autodestructivo.
A una escala mucho menor, algo así, la necesidad de bajar del escenario,
nos ha pasado a todos, al salir del pub o la discoteca, de alguna u otra
forma, y las parejas que han nacido de esas películas (sin comillas) han
sido eso, culebrones. Si alguien se enamora de tu máscara, te volverás esa
máscara. Es el precio del éxito. Michael Jackson, la máscara por
antonomasia, lo sabe muy bien.
En esta última parte, nos proponemos ser un poco más arriesgados ¿es
posible seducir sin máscara?, ¿es posible ligar sin colocar una barrera
de por medio que nos proteja?
Tirarse a la piscina
En algunos de los capítulos anteriores, las llamadas tribus urbanas nos
fueron sirviendo de ejemplo acerca de la evolución del cortejo. Vimos las
influencias de las modas, las películas y los diferentes arquetipos
femeninos y masculinos en nuestras propias costumbres, de cómo el hombre
y la mujer fueron evolucionando a través de los personajes que
escenificaron los mods, los rockers, los hippies, los heavys y el “buen
rollito”. Dentro de la oferta existente, y en cada época concreta, cada
uno se fue acomodando a aquella (im)postura que se correspondía más con
su forma de pensar y sentir, con su esencia. De alguna manera, tras un
tiempo ejercitándolas, esas máscaras ya nos pertenecen, son parte de
nosotros, facetas de nuestra vida, pero no son nosotros, son juegos a los
que hemos jugado que nos han permitido desarrollar facetas de nuestra
personalidad. Así pues, no es necesario renunciar a ninguna de ellas,
salvo que nos hagan daño, es decir, aquellas máscaras que nos
automortifican y buscan reproducir modelos de conducta autocompasivos (el
ejemplo del amor platónico puede ser bien descriptivo). Unificar todas
esas máscaras, todos esos “yoes”, que hemos ido desarrollando a lo largo
de nuestras vidas, debe ser la primera cuestión a alcanzar; ser el
mismo/la misma en todos los ambientes que nos encontremos: completos. Es
decir, ser capaces de utilizar todos los recursos que conocemos de
nuestra propia personalidad donde quiera que nos hallemos.
La segunda debería ser encontrarnos a nosotros mismos, reencontrarse con
el niño que fuimos, es decir, sin corazas ni defensas de ningún tipo, una
empresa para la que hace falta tanto más trabajo cuantas más capas nos
hayamos colocado encima; una auténtica labor de desprogramación mental.
El objetivo es presentar el “material” (nuestra esencia), tal cual es: de
nada sirve que una persona se enamore de alguien que no somos. Por el
contrario, si alguien se siente atraído por nuestro verdadero ser, nos
ayudará a explorar nuevas facetas de nosotros mismos. En eso consiste la
no posesividad, las dos personas se convierten en compañeras de viaje en
función de lo que de verdad son, y su camino llega hasta que ellos
decidan, sin exigirle que ejerza de un personaje que no es.
La tercera, probar suerte de esta forma, internarse en esa jungla que
hemos descrito anteriormente pero sin más defensa que nuestro propio ser.
Veremos cómo podría ser esa nueva forma de ligar que ya muchos han
comenzado a poner en práctica.
Una nueva propuesta de ligue
Lo dejamos perfilado cuando hablamos del rollo hippie y del buen rollito:
la forma suprema de encuentro entre el yin y el yang es aquella que se
produce sola, es decir, fluida, a través del propio magnetismo, de la
propia ley de la atracción. Para algunos, la Ley por antonomasia que
rige el Universo. Los chinos taoístas le llamaron el “no hacer” (wu wei),
que no es la pasividad, como algunos podrían interpretar, sino la plena
conciencia de lo que estamos haciendo, el 100% de nosotros sin voluntad
de por medio, sino natural fluir. Descartaríamos así, de esta forma,
cualquier comportamiento que haga forzar la situación, entendiendo ésta
como lo cerebral, lo repensado, lo a destiempo, lo antinatural. Puede que
alguien confunda este concepto con lo animal, con lo instintivo, con un
arrebato pasional, pero no es de eso de lo que estamos hablando. Para
explicar este terreno de lo sutil, en el mundo espiritual tenemos la
palabra “fluir”.
El diccionario lo define como “correr de un líquido o un gas”. Es pues un
concepto físico ligado a la naturaleza y tiene que ver con el recorrido
que efectúan unas moléculas, siguiendo su camino más lógico, aquél donde
encuentra el mejor espacio para expandirse.
En realidad, no es algo extraño, cuando de verdad se establece una
comunicación (no solo amorosa, también amistosa) entre dos personas, una
luz de confianza se enciende entre los ojos de ambas (entre los ciegos,
esa luz se sentirá de otra manera, sin duda). La confianza, el saber que
no hay juego (en el sentido perverso de la palabra, no en el lúdico que
es muy necesario) de por medio, es la llave que el hombre utiliza para
desafiar una situación aparentemente peligrosa, como es ponerse a hablar
con una desconocida o profundizar en el interior de una amiga. La
confianza, por el lado femenino, es la señal de que puede dejar entrar en
su espacio a un extraño con pene. Esa confianza se activa por un fenómeno
físico, magnético, de atracción natural, y que engloba a todas las
atracciones que se pueden producir entre un hombre y una mujer (sexual,
intelectual, amorosa, humorística, emocional y espiritual); la atracción
se produce desde el espíritu, el cuerpo más sutil, lo que los hindúes
conocen por el séptimo chakra.
Las señales para que se active este tipo de ligue se fundan en la mirada,
de tal forma que, si no existe una comunicación visual sincera, es
preferible no intentarlo; la ausencia de una mirada sostenida es sinónimo
de falta de interés o incluso de autoconfianza por parte de alguno de los
sujetos, y sin confianza no hay nada que hacer. Si alguien no cree en sí
mismo, tú no vas a poder convencerle, lo máximo que podrás hacer será
apoyarle en su trabajo para que recupere esa confianza. En el caso de los
ciegos, el tacto o el sonido de la voz serán las señales a seguir. La
sensación final es que no existe ninguna barrera, que todas las
corrientes de comunicación entre el yin y el yang están abiertas.
Aprender a seguir estas señales tiene algo de mágico, y sólo podremos
acceder a esa información cuando hayamos aprendido a detener nuestra
mente para escuchar nuestra intuición que, como quedó dicho, es una
inteligencia superior a la cerebral y no anterior, como es el instinto.
Una vez más, habría que acudir a la física, y entender al ser humano como
un compuesto de electricidad y magnetismo; el mecanismo de atracción
entre los seres humanos estaría compuesto de esas dos leyes físicas. A la
electricidad le correspondería la sexualidad, y al magnetismo, lo mental,
la energía saldría del corazón e integraría ambas. Desde luego, los que
estén en el camino del tantra también podrán identificar todas las
atracciones anteriores, es decir, la sexual, la comunicativa (amistosa) y
la amorosa, y lanzarse a una relación desde cada una de esas bases. Con
este planteamiento, no debería haber lugar para discusiones porque no
deseamos atraer desde el ego (desde la imposición de nuestra razón) sino
que una fuerza superior nos estaría atrayendo mutuamente. Para que esto
se dé, obviamente, el miedo no debería existir, pues el miedo es una
emoción propia del ego, de la ansiedad por perder algo que creemos nos
pertenece, en otras palabras, del apego, y en este juego no tenemos apego
ni miedo porque hacemos simplemente lo que debemos, sin ego de por medio;
seguimos el natural impulso del electromagnetismo.
De acuerdo a la tesis que mantengo, de no existir caretas entre los dos
participantes, ambos, hombre y mujer, sentirán el mismo deseo, evitándose
conflictos. Esta suposición, fundada en la experiencia de personas que
han alcanzado este estado, se basa, una vez más, en los fundamentos del
electromagnetismo, del cual estamos hechos, el proceso de atracción de
los opuestos en la naturaleza funciona de una manera perfecta, así que,
de alcanzar ese estado sublime, la ecuación se ha de realizar
necesariamente entre hombre y mujer. El ligue sería así una
cristalización más, en el sentido estrictamente físico-científico de la
expresión.
En palabras humanistas esto se traduciría en que, si ambos, hombre y
mujer, dejan atrás sus miedos (que nos disminuyen) y sus egos (que nos
aumentan artificialmente) aflorarán los verdaderos yang y yin, que deberán
complementarse porque su atracción será un fenómeno espiritual, físico y
mental al mismo tiempo, provendrá de una fuente superior, que los englobe
a ambos y que no se puede contradecir, porque es perfecta. Por supuesto
que este concepto está claramente relacionado con el terreno de las
creencias y, seguramente, es preciso haber llegado a una comprensión
(experimental) de la Realidad Última, para admitirlo y, por tanto, para
vivirlo.
Es preciso aclarar qué es eso de “no forzar la situación” porque, como
queda dicho, alguno puede confundirlo con la pasividad, y nada hay más
alejado. El concepto que propongo tiene más que ver con la no-acción que
enseñan el taoísmo y el budismo. Cualquiera que haya practicado taichi
puede tener nociones de a lo que me refiero, de cómo los movimientos se
entrelazan con suavidad y determinación al propio tiempo, pero el fluir
del agua puede ser mejor ejemplo. El curso de un río fluye por los
lugares que le son más propicios, los naturales, pero en algunos momentos
no le queda otro remedio que saltar desniveles o fallas y convertirse en
cascada o catarata, es decir, es capaz de asumir riesgos cuando la
situación así lo exige. Actúa dejándose llevar por la situación sin
presiones ajenas, pero no se desvía de su camino, sino que el propio río
es el camino, el lecho del terreno le indica por donde tiene que fluir y
el agua se limita a regar los campos que así están señalados. La mujer
sería de esta forma el campo, el terreno; y el agua, el líquido que lo
riega, el hombre. Ella señalaría el camino y él lo recorrería. Ambos,
juntamente, campo y agua, constituirían el río, pues el agua sin la
tierra no sería tal y la tierra sin agua estaría seca. ¿En qué se
traduciría toda esta poesía? Trataré de describirlo seguidamente.
Ejemplos del fluir
La principal diferencia con el ligue tal y como se ha entendido
comúnmente hasta ahora, es que el nuevo cortejo no sigue ninguna pauta
estereotipada, no se repite, no es un acto mecánico sino un acto creativo
y singular. Nada hay más lejos de este no-método que el típico “¿estudias
o trabajas?”. En realidad, no existe cortejo tal y como lo hemos
explicado en la primera parte del libro. Es decir, no hay una
programación para ello sino una predisposición para conectar con otro ser
humano, distinto y complementario.
Al concebirse al ser humano como un ente perfecto en sí mismo, en paz con
sus propios errores, ninguna fórmula preconcebida es mágica sino que la
receptividad al propio momento se convierte en la llave. En otras
palabras, nos volvemos creativos en todo momento, también en el amor,
porque el ligue como acto de afirmación del ego desaparece. No tiene
cabida porque ya no hace falta afirmarlo. Nos hemos fundido con el Todo y
en el Todo aparece el alma gemela, pues la Naturaleza de la que estamos
hechos, que funciona por la ley de la atracción magnética es perfecta y
actúa de la misma forma que se atraen los imanes, “ocurre lo natural”.
Así pues, para encontrar a esa llama gemela primero es preciso estar
centrado en nuestro interior y sentir la confianza, la confianza de ser
uno con el universo, en ese momento, comienzan a suceder los milagros. Ya
no hace falta ocultar nuestros errores, ni potenciarlos (como en el
‘Woody Allen’ ni el ‘triste’ o el ‘maldito’), tampoco es preciso ocultar
nuestras virtudes, porque sin el ego, no hay tampoco lugar para la falsa
modestia.
Seguir los sueños
En este escenario, que a algunos podrá parecer irreal pero que muchos nos
hemos dado el tremendo gustazo de vivir en esta vida, cualquier situación
puede prender la chispa, en forma de mirada (los ojos se convierten en
vitales de este nuevo ligue), sin depender de la hora del día, de la
noche, o el día de la semana. Todos los días pueden esconder sus señales.
En lugar de desconfiar de esa señal, como hasta ahora, la seguimos, sin
necesidad de hacernos mil preguntas ni de lanzarnos a lo loco a por
ella/él. La propia atracción de los complementarios hará propiciar la
situación. Seguro. Y en ese momento, nos permitimos ser activos, es
decir, dejamos que nuestro ser interno actúe. No existe el temor: ni a
ser demasiado buenos, ni demasiado malos. Todo es perfecto. El miedo ha
desaparecido porque no llevamos ninguna careta y la señal que nos han
lanzado ha impactado en nuestro corazón. Vendría a ser como el flechazo
de Cupido sólo que no hacemos planes ni fantaseamos acerca de lo que
significará a largo plazo, simplemente vivimos. Puede que no sea más que
una amistad, puede que sea sexo, puede que sean unos besos, unas palabras
o puede que sea el alma gemela del largo viaje. En realidad, no importa,
porque no vamos buscando nada. Lo que sea, será bienvenido. Y a ello no
entregaremos.
Entregados al fluir, seguimos nuestros sueños, que ya son realidades, no
creamos fantasías sino que las vivimos, no nos entregamos a la mente sino
a la noacción, que es la verdadera acción. Nos decimos: “Si esto me
corresponde hacer, lo hago”.
Mi amiga Mamen, ya en la cuarentena, recibió en un sueño que ese día
encontraría al padre de su hija. Completamente convencida, se preparó
para encontrar a su príncipe azul esa misma noche... sin resultados. A la
mañana siguiente, fue a la reunión en casa de unos amigos y se encontró
con el hombre que había estado esperando; lo reconoció en seguida, y
viceversa. Se mostró convencida y se entregó a él confiada. La niña que
nació de esa relación le dijo cuando aprendió a hablar, que había llegado
para que nunca más estuviera sola...
La libertad se convierte en la fusión de hacer lo que nos da la gana y lo
que nos dicta nuestra conciencia, la “obligación” y la voluntad se
convierten en una sola cosa. Ambas se convierten en la misma cosa porque
nuestro deseo nace del corazón y no del ego. Ante ello, la vida se vuelve
múltiple, rica, holográfica, infinita. Cada momento, aunque sea repetido,
adquiere matices sorprendentes. No repetimos las mismas acciones cuando
conocemos a diferentes personas porque cada una de ellas es única. En
definitiva, nos convertimos en dioses creando en todo el momento. El
tiempo se convierte en Arte.
Los patrones de conducta estereotipados que hemos estudiado anteriormente
se vuelven irrelevantes porque no los necesitamos. Como dice la sabiduría
china, nos montamos en el tigre y nos fusionamos con él. Seguimos
nuestros deseos, los genuinos, los que nacen de nuestra conexión con el
infinito, por ello son todos son sagrados y los tenemos que saludar
porque son la fuente de nuestra noacción.
En ese estado de cosas, todos nuestros comportamientos han de cambiar,
desde el acto de besar, al de acariciar o el de escuchar y hablar. Cada
cosa que hacemos es un acto de meditación, un acto de plena consciencia
que nos produce un estado de orgasmo continuo, como estar viviendo
nuestra película, la película que queremos protagonizar y no la que nos
tienen preparada. El día y la noche dejan de ser mundos diferentes, más
allá de la natural relajación que trae la noche y la actividad proclive a
las horas solares. Nuestra personalidad no cambia de lunes a viernes ni
de las vacaciones al trabajo, tan sólo la naturaleza, nuestra naturaleza
cambia con las estaciones y los diferentes estados climatológicos. Nos
fusionamos con la naturaleza.
En el nuevo cortejo no existe el miedo de entregarnos porque nadie nos
puede hacer daño, aquella persona a la que nos entreguemos estará
dispuesta a encajar con nosotros en la justa medida en la que nosotros lo
estemos necesitando.
Por supuesto, ello no exime la risa, el juego se convierte en una risa
entre dos, no en una serie de pruebas que uno coloca al otro, porque los
dos juegan el mismo juego.
El Insistir
Hemos abordado este tema anteriormente, en el apartado “ligar en la
tierra”. Allí, en la tierra, uno tiene que decidir si perservera, si se
sobrepone a un “No” y sigue a su instinto. En el cielo, en este espacio
idílico que nos atrevemos a crear, la insistencia, la perseverancia del
varón estaría ligada a las pistas de la hembra, y la perseverancia de la
hembra en dejar pistas estaría ligada, a su vez, en el instinto de que se
merece esa espera, esa atención. Ya no hace falta elegir el momento sino
que nos dejamos elegir por él.
El juego del insistir sería, únicamente, el espacio que ambos se dan para
culminar una historia a la que se lanzan sin miedo. El tiempo que tarden
en recorrerlo sólo servirá para aumentar todavía más el deseo.
En cualquier caso, el guerrero, ese guerrero que se ha propuesto esa
batalla a medio plazo, no debería ir a ninguna batalla sin ser el 100% de
sí mismo, de lo contrario, las dolencias acarreadas podrían sumirle en la
tristeza, algo que le llevaría al odio hacia la otra. La mujer, por su
parte, debería no meter presión ni hacer pasar por momentos complicados a
quien no está preparado para ello.
Las cuatro direcciones y los cuatro elementos
En estos tiempos de igualdad, muchas mujeres (y muchos hombres) se
preguntan por sus roles en el acto del cortejo. Como hemos visto a lo
largo de este ensayo, la igualdad ha llevado a la parálisis en muchas
relaciones que, como bien explicó el Tao hace miles de años, no se ponen
en marcha si no hay un elemento dinamizador y otro receptivo. Si bien es
cierto que la propia dinámica de la sociedad ha hecho que mujeres y
hombres hayan intercambiado roles, con algunos aciertos, a la mayor parte
de la población le ha supuesto un desgaste y un nivel de fracaso
doloroso.
Desde el punto de vista de la sabiduría perenne, el papel creador del
elemento femenino está en generar la oportunidad, en preparar el terreno
para que el elemento yang, actúe. La mujer es la guía que lleva al
marinero a buen puerto, y para ello ha de manejar (en el sentido benigno
de la palabra) las cuatro direcciones y los cuatro elementos. Al norte, el
niño interior; al sur, la pasión sexual; al este, la mente; y al oeste, la
acción.
La sensualidad puede ser una buena pista para conducir al marinero, pero
si se convierte en la única, se quedará en mera pasión sexual. Por ello,
la fémina ha de conseguir que el marinero se ilusione como un niño, con
inocencia; pero siendo así sólo, podría generar una relación noña, así que
ha de meter la mente adulta en el asunto, pero no sólo, pues entonces la
relación sería sólo intelectual. Así que debería también incluir la
acción, el compartir actividades. Todo ello, desde el corazón.
Una relación del siglo XXI debe incluir el elemento agua (los
sentimientos), el elemento fuego (la pasión), el elemento aire (la
mente), el elemento tierra (trabajo, materia, dinero) y el quinto
elemento, el éter, la parte espiritual.
También es posible que todos los gustos: dulce, salado, amargo, agrio y
picante, que cada uno podrá identificar fácilmente con las diferentes
emociones de las que se compone la vida. Atravesar cada uno de ellos
puede ser una manera ajustada de establecer la duración del cortejo.
Los oráculos: el I Ching y el calendario maya
Por supuesto, que todas las suposiciones y cábalas que el enamorado haga
acerca del estado de la amada y la causa de su estado de ánimo son sólo
eso, suposiciones, hasta que ella quiera reconocer que ello es así.
Obligar a alguien a confesar algo que no quiere sólo puede originar
sufrimiento, así que no son recomendables las escenas pasionales tal y
como se entendían antaño y se ven en las películas...
El enamorado, mientras tanto, entre visita y visita, ha de jugar en el
terreno del tiempo y de las suposiciones acerca del estado de su amada. La
espera se puede hacer eterna y puede generar numerosas dudas, debatiéndose
entre la acción y la no-acción y más ahora que la mujer reclama su
libertad… (“¿la llamo o no la llamo?”, “¿se agobiará?”). El hombre, por el
hecho de serlo, tiende a la acción por naturaleza, con mayor razón si está
enamorado. Lo que ocurre es que, como decíamos al principio, los roles
hombre-mujer ya no están tan marcados como antaño, así que una actitud
excesivamente masculina, en el sentido de “activa”, puede ser
contraproducente. Así las cosas, el hombre también tiene que dominar el
arte de detenerse... para volver a la carga cuando ella lo apruebe, es
decir, ha de estar descansado, sin esperar nada, pero alerta al mismo
tiempo. ¿Cuándo hacerlo?
Consultar los oráculos puede ser de gran ayuda.
La magia, en realidad, no es un remedio que nos ayuda sin que nosotros
hagamos nada, como nos contaron. Los oráculos, por ejemplo, han de ser
consultados con plena consciencia de la situación que vivimos y sólo en
las ocasiones en las que, de verdad, necesitemos su apoyo. Al I Ching, por
ejemplo, hay que llegar con la conciencia limpia, es decir, sin
autoengaños y dispuestos a escuchar lo que nos diga. Las imágenes y
sentencias del I Ching no nos dirán lo que tenemos que decir sino que nos
ayudarán a ver mejor la situación, el momento en el que estamos, lo que,
consecuentemente, nos ayudará a tomar la mejor decisión. Como libro
sagrado que es, conviene no tomarlo a la ligera y consultarlo sólo cuando
de verdad lo necesitemos. Como cualquier cosa poderosa, si nos pasamos,
podemos desvalorizarlo. Dicho esto, te puede ser de una inmensa ayuda para
saber si tienes que arriesgar o detenerte.
El calendario maya, o calendario 13 lunas, es otra gran ayuda pues nos
conecta con la energía de cada día. Existen días para la realización, para
dar forma, para iniciar un propósito, para la colaboración, para el
cuestionamiento, el amor, el sueño, la intuición, el instinto... Si de
verdad nos conocemos a nosotros mismos y somos plenamente conscientes del
desarrollo de la relación, es decir, del relato completo, con sus tonos
altos y sus bajos, es muy posible que nos ayude a tomar decisiones de
acción o reposo en cada momento.
El Tiempo
El Tiempo, entendido como la espera hasta que consigamos aquello que
anhelamos (la otra persona) es el principal enemigo del ligue. Por una
razón muy sencilla: podemos echar por tierra la culminación de nuestro
deseo en un futuro debido a nuestra ansiedad por conseguir nuestro
propósito : “ahora o nunca” es todo lo contrario del modelo tántrico del
ligue.
Planteando el encuentro entre opuestos como una operación que comienza con
el DAR, es decir, con la proclamación sincera y a la cara (no valen
escapismos cibernéticos) de lo que sentimos, dejamos la pelota en el otro
tejado... y seguimos viviendo.
Sí. Así de claro y de rotundo.
Has dicho lo que sentías hacia el Yin y, entonces, dejas actuar a la
Naturaleza. Todas las mujeres del Mundo (incluida aquella a la que amas)
forman parte de esa Naturaleza, así pues, si no es ella (en ese momento)
la parte Yin de esa Naturaleza te corresponderá de alguna forma.
Eso sí, puede que la respuesta no venga de la persona que esperas... Y sí
de alguna otra parte....
El problema es que, ofuscado por El Tiempo, puede que no veas que la
Naturaleza te está respondiendo.
Y, lo que es peor, con la rabia del momento en que no “correspondió” con
tus deseos en aquella ocasión (otra vez, el Tiempo) no aceptarás que EL
MOMENTO HA LLEGADO.
Siente que tu relación con ESA MUJER, es tu relación con LA MUJER, con la
parte femenina de la Naturaleza.
Ofrece tus sentimientos a ESA MUJER en representación de LA MUJER, de la
parte femenina de la Creación. No te ofusques si no es el momento.
Tú has hecho lo que deberías.
Ahora, siéntete alegre. La Naturaleza te va a corresponder.
Esa es toda la clave.
DA, y ábrete a Recibir... Pero tienes que estar atento: la recompensa
puede venir por donde menos te lo esperas.
PD: Aunque nos quieran hacer creer que el Ser Humano busca su felicidad,
los tiempos que corren, cargados de mensajes de miedo y desconfianza
(sobre todo entre los sexos), inspiran más bien a salir corriendo cuando
encontramos al opuesto que nos puede provocar la mística sensación de
unión con el Tao, con el Todo. Por ello, es bien habitual que nos
busquemos excusas, autoengaños, escapismos y hasta “alternativas“ en las
que nuestro corazón no se vaya a exponer tanto, para evitar romper el muro
que nos atenaza y nos impide llegar a la Realización completa, la
Plenitud.
Por todo ello, y dado que entre las buenas personas, la felicidad personal
está interiorizada como un egoísmo (“con lo mal que está el Mundo, cómo
voy a ser yo tan feliz”) es preciso encontrar una fórmula para deshacer
nuestro autoengaño y superar el pánico que nos atenaza.
La fórmula secreta, la fórmula que ahora comparto contigo es ésta.
A lo largo de la primera parte hemos analizado los métodos para ligar,
para seducir a otra persona, para convencerla, en definitiva, de que a
quien debería prestar atención y ofrecer sus favores es a nuestra persona
y no a otra. De una u otra manera, de lo que hemos estado hablando es de
las máscaras que podemos utilizar para seducir (de “engañar”, como decía
el diccionario) a otra persona.
Como hemos visto, esa seducción que parte de la impostura es una maniobra
que todos hemos aprendido a efectuar en una sociedad en la que la
colocación de caretas y máscaras ha constituido una forma de
relacionarnos, un modelo empresarial en toda la regla; y lo ha sido hasta
tal punto que lo hemos asumido como normal. De acuerdo a ese modelo,
cuantas más caretas logre colocarse una persona, más posibilidades de
seducción tendrá, pues el abanico de posibles compradores de su producto
(uno mismo) aumentará proporcionalmente. Valgan como ejemplos el mítico
Casanova o el conde Valmont de las “Amistades peligrosas” de que hay
técnicas para convencer: el ligar sería así, un tipo de marketing, una
venta en la que uno mismo es el producto, que se ajusta a un mayor número
de compradores. Si en eso, en la apariencia, reside lo que uno considera
el triunfo, no hay duda de que algunas de las técnicas apuntadas en la
primera parte resultarán atractivas para los lectores. Ahora bien, todo
aquel que se coloque una careta, en cualquier situación de la vida, y
específicamente, en el arte del cortejo, sabe que, a partir de ese
momento, su relación con la otra persona quedará marcada por ella. Es
decir, si la otra persona se enamora de esa careta, de esa máscara,
demandará que nos la coloquemos constantemente porque es de ella, de la
máscara, de la que se ha enamorado. En otras palabras, que nos obligará a
ser otra persona, a desarrollar otra personalidad para recibir su
aprobación, su cariño. Por el lado positivo, en el caso de que la otra
persona haya conseguido sacar a la luz una faceta nuestra oculta que
permanecía reprimida, esto redundará en una potenciación de nosotros
mismos y de la pareja resultante. Por el contrario, en el caso de que las
facetas que nos potencie sean imposturas, la imitación de un personaje,
nos obligará a ser ese personaje, ese fantasma, todo el tiempo que
pasemos con la otra persona. Las consecuencias de esto serán, de una u
otra forma, violentas. En el caso de que estemos reprimiendo nuestra
verdadera esencia, buscaremos en otro lado quien nos permita expresarnos
tal y como somos (amigos, amantes) o, incluso, puede que acabemos odiando
a esa persona que nos tiene “apresados”. De todo ello, resultarán
relaciones, en mayor o menor medida, sadomasoquistas, es decir, que se
sostengan sobre una dinámica perversa.
Toda esta exposición, como ha quedado reflejado a lo largo del ensayo,
puede explicar muchas cosas. Explica, por ejemplo, lo poco que duran los
matrimonios entre actores; muchos de ellos se enamoran del personaje que
interpretan, es más, algunas de las personas que se casan con actores
seguro que lo hacen, en alguna medida, enamorados del personaje que
interpretaron en determinada película. Incluso nosotros mismos cada vez
que hemos deseado a un personaje famoso es muy posible que nos
sintiéramos atraídos por ese personaje y no por la persona, por su
esencia. La vida de los actores es paradigmática del tiempo que nos ha
tocado vivir; ellos llevan hasta las últimas consecuencias el tema de la
máscara: quizás por ello se pusieron tan de moda las entrevistas a los
actores en el tiempo del que nos ocupamos. Si recordáis, las preguntas
más repetidas por los periodistas fueron:
-¿Cómo hiciste para meterte en la piel de ese personaje? ¿cómo te
sentías? ¿te ha costado separarte de él?
En realidad, en esas preguntas están ímplicitas muchas reflexiones que
todos nos hemos hecho: cómo encontrar nuestra verdadera esencia, ésa sin
máscaras que un día dejamos atrás cuando nos introdujimos en el mundo de
los adultos, el mundo del fingimiento, el mundo de Mátrix.
La respuesta es muy sencilla, a menos que seas consciente de que estás
interpretando un personaje, que no te lo llegues a creer y te
autoobserves actuando, ese personaje te acabará devorando. Pasó con
Tarzán/Johny Weismüller, con Bela Lugosi/Drácula y les pasó a la mayor
parte de las estrellas del show business (Michael Jackson, Prince, Janis
Joplin, Marilyn, James Dean, etc, etc). Recuerdo una anécdota, relatada
por un conocido locutor español, acerca del músico español, Enrique
Urquijo, cantante del grupo “Los Secretos”, muerto a los cuarenta y
tantos años de cirrosis, después de una vida depresiva, alcohólico y
drogadicto, que le llevó a escribir memorables canciones; la vieja
historia mil veces contada del rockero. Contaba el discjockey Diego
Manrique que este afamado músico español nunca logró superar el complejo
de que, cuando bajaba del escenario, las mujeres se encontraban con una
persona “normal”. Las fantasías femeninas se desvanecían y él no era
capaz de estar a la altura de lo que (pensaba) que ellas esperaban. Todo
ello contribuyó a potenciar su pesimismo y su carácter autodestructivo.
A una escala mucho menor, algo así, la necesidad de bajar del escenario,
nos ha pasado a todos, al salir del pub o la discoteca, de alguna u otra
forma, y las parejas que han nacido de esas películas (sin comillas) han
sido eso, culebrones. Si alguien se enamora de tu máscara, te volverás esa
máscara. Es el precio del éxito. Michael Jackson, la máscara por
antonomasia, lo sabe muy bien.
En esta última parte, nos proponemos ser un poco más arriesgados ¿es
posible seducir sin máscara?, ¿es posible ligar sin colocar una barrera
de por medio que nos proteja?
Tirarse a la piscina
En algunos de los capítulos anteriores, las llamadas tribus urbanas nos
fueron sirviendo de ejemplo acerca de la evolución del cortejo. Vimos las
influencias de las modas, las películas y los diferentes arquetipos
femeninos y masculinos en nuestras propias costumbres, de cómo el hombre
y la mujer fueron evolucionando a través de los personajes que
escenificaron los mods, los rockers, los hippies, los heavys y el “buen
rollito”. Dentro de la oferta existente, y en cada época concreta, cada
uno se fue acomodando a aquella (im)postura que se correspondía más con
su forma de pensar y sentir, con su esencia. De alguna manera, tras un
tiempo ejercitándolas, esas máscaras ya nos pertenecen, son parte de
nosotros, facetas de nuestra vida, pero no son nosotros, son juegos a los
que hemos jugado que nos han permitido desarrollar facetas de nuestra
personalidad. Así pues, no es necesario renunciar a ninguna de ellas,
salvo que nos hagan daño, es decir, aquellas máscaras que nos
automortifican y buscan reproducir modelos de conducta autocompasivos (el
ejemplo del amor platónico puede ser bien descriptivo). Unificar todas
esas máscaras, todos esos “yoes”, que hemos ido desarrollando a lo largo
de nuestras vidas, debe ser la primera cuestión a alcanzar; ser el
mismo/la misma en todos los ambientes que nos encontremos: completos. Es
decir, ser capaces de utilizar todos los recursos que conocemos de
nuestra propia personalidad donde quiera que nos hallemos.
La segunda debería ser encontrarnos a nosotros mismos, reencontrarse con
el niño que fuimos, es decir, sin corazas ni defensas de ningún tipo, una
empresa para la que hace falta tanto más trabajo cuantas más capas nos
hayamos colocado encima; una auténtica labor de desprogramación mental.
El objetivo es presentar el “material” (nuestra esencia), tal cual es: de
nada sirve que una persona se enamore de alguien que no somos. Por el
contrario, si alguien se siente atraído por nuestro verdadero ser, nos
ayudará a explorar nuevas facetas de nosotros mismos. En eso consiste la
no posesividad, las dos personas se convierten en compañeras de viaje en
función de lo que de verdad son, y su camino llega hasta que ellos
decidan, sin exigirle que ejerza de un personaje que no es.
La tercera, probar suerte de esta forma, internarse en esa jungla que
hemos descrito anteriormente pero sin más defensa que nuestro propio ser.
Veremos cómo podría ser esa nueva forma de ligar que ya muchos han
comenzado a poner en práctica.
Una nueva propuesta de ligue
Lo dejamos perfilado cuando hablamos del rollo hippie y del buen rollito:
la forma suprema de encuentro entre el yin y el yang es aquella que se
produce sola, es decir, fluida, a través del propio magnetismo, de la
propia ley de la atracción. Para algunos, la Ley por antonomasia que
rige el Universo. Los chinos taoístas le llamaron el “no hacer” (wu wei),
que no es la pasividad, como algunos podrían interpretar, sino la plena
conciencia de lo que estamos haciendo, el 100% de nosotros sin voluntad
de por medio, sino natural fluir. Descartaríamos así, de esta forma,
cualquier comportamiento que haga forzar la situación, entendiendo ésta
como lo cerebral, lo repensado, lo a destiempo, lo antinatural. Puede que
alguien confunda este concepto con lo animal, con lo instintivo, con un
arrebato pasional, pero no es de eso de lo que estamos hablando. Para
explicar este terreno de lo sutil, en el mundo espiritual tenemos la
palabra “fluir”.
El diccionario lo define como “correr de un líquido o un gas”. Es pues un
concepto físico ligado a la naturaleza y tiene que ver con el recorrido
que efectúan unas moléculas, siguiendo su camino más lógico, aquél donde
encuentra el mejor espacio para expandirse.
En realidad, no es algo extraño, cuando de verdad se establece una
comunicación (no solo amorosa, también amistosa) entre dos personas, una
luz de confianza se enciende entre los ojos de ambas (entre los ciegos,
esa luz se sentirá de otra manera, sin duda). La confianza, el saber que
no hay juego (en el sentido perverso de la palabra, no en el lúdico que
es muy necesario) de por medio, es la llave que el hombre utiliza para
desafiar una situación aparentemente peligrosa, como es ponerse a hablar
con una desconocida o profundizar en el interior de una amiga. La
confianza, por el lado femenino, es la señal de que puede dejar entrar en
su espacio a un extraño con pene. Esa confianza se activa por un fenómeno
físico, magnético, de atracción natural, y que engloba a todas las
atracciones que se pueden producir entre un hombre y una mujer (sexual,
intelectual, amorosa, humorística, emocional y espiritual); la atracción
se produce desde el espíritu, el cuerpo más sutil, lo que los hindúes
conocen por el séptimo chakra.
Las señales para que se active este tipo de ligue se fundan en la mirada,
de tal forma que, si no existe una comunicación visual sincera, es
preferible no intentarlo; la ausencia de una mirada sostenida es sinónimo
de falta de interés o incluso de autoconfianza por parte de alguno de los
sujetos, y sin confianza no hay nada que hacer. Si alguien no cree en sí
mismo, tú no vas a poder convencerle, lo máximo que podrás hacer será
apoyarle en su trabajo para que recupere esa confianza. En el caso de los
ciegos, el tacto o el sonido de la voz serán las señales a seguir. La
sensación final es que no existe ninguna barrera, que todas las
corrientes de comunicación entre el yin y el yang están abiertas.
Aprender a seguir estas señales tiene algo de mágico, y sólo podremos
acceder a esa información cuando hayamos aprendido a detener nuestra
mente para escuchar nuestra intuición que, como quedó dicho, es una
inteligencia superior a la cerebral y no anterior, como es el instinto.
Una vez más, habría que acudir a la física, y entender al ser humano como
un compuesto de electricidad y magnetismo; el mecanismo de atracción
entre los seres humanos estaría compuesto de esas dos leyes físicas. A la
electricidad le correspondería la sexualidad, y al magnetismo, lo mental,
la energía saldría del corazón e integraría ambas. Desde luego, los que
estén en el camino del tantra también podrán identificar todas las
atracciones anteriores, es decir, la sexual, la comunicativa (amistosa) y
la amorosa, y lanzarse a una relación desde cada una de esas bases. Con
este planteamiento, no debería haber lugar para discusiones porque no
deseamos atraer desde el ego (desde la imposición de nuestra razón) sino
que una fuerza superior nos estaría atrayendo mutuamente. Para que esto
se dé, obviamente, el miedo no debería existir, pues el miedo es una
emoción propia del ego, de la ansiedad por perder algo que creemos nos
pertenece, en otras palabras, del apego, y en este juego no tenemos apego
ni miedo porque hacemos simplemente lo que debemos, sin ego de por medio;
seguimos el natural impulso del electromagnetismo.
De acuerdo a la tesis que mantengo, de no existir caretas entre los dos
participantes, ambos, hombre y mujer, sentirán el mismo deseo, evitándose
conflictos. Esta suposición, fundada en la experiencia de personas que
han alcanzado este estado, se basa, una vez más, en los fundamentos del
electromagnetismo, del cual estamos hechos, el proceso de atracción de
los opuestos en la naturaleza funciona de una manera perfecta, así que,
de alcanzar ese estado sublime, la ecuación se ha de realizar
necesariamente entre hombre y mujer. El ligue sería así una
cristalización más, en el sentido estrictamente físico-científico de la
expresión.
En palabras humanistas esto se traduciría en que, si ambos, hombre y
mujer, dejan atrás sus miedos (que nos disminuyen) y sus egos (que nos
aumentan artificialmente) aflorarán los verdaderos yang y yin, que deberán
complementarse porque su atracción será un fenómeno espiritual, físico y
mental al mismo tiempo, provendrá de una fuente superior, que los englobe
a ambos y que no se puede contradecir, porque es perfecta. Por supuesto
que este concepto está claramente relacionado con el terreno de las
creencias y, seguramente, es preciso haber llegado a una comprensión
(experimental) de la Realidad Última, para admitirlo y, por tanto, para
vivirlo.
Es preciso aclarar qué es eso de “no forzar la situación” porque, como
queda dicho, alguno puede confundirlo con la pasividad, y nada hay más
alejado. El concepto que propongo tiene más que ver con la no-acción que
enseñan el taoísmo y el budismo. Cualquiera que haya practicado taichi
puede tener nociones de a lo que me refiero, de cómo los movimientos se
entrelazan con suavidad y determinación al propio tiempo, pero el fluir
del agua puede ser mejor ejemplo. El curso de un río fluye por los
lugares que le son más propicios, los naturales, pero en algunos momentos
no le queda otro remedio que saltar desniveles o fallas y convertirse en
cascada o catarata, es decir, es capaz de asumir riesgos cuando la
situación así lo exige. Actúa dejándose llevar por la situación sin
presiones ajenas, pero no se desvía de su camino, sino que el propio río
es el camino, el lecho del terreno le indica por donde tiene que fluir y
el agua se limita a regar los campos que así están señalados. La mujer
sería de esta forma el campo, el terreno; y el agua, el líquido que lo
riega, el hombre. Ella señalaría el camino y él lo recorrería. Ambos,
juntamente, campo y agua, constituirían el río, pues el agua sin la
tierra no sería tal y la tierra sin agua estaría seca. ¿En qué se
traduciría toda esta poesía? Trataré de describirlo seguidamente.
Ejemplos del fluir
La principal diferencia con el ligue tal y como se ha entendido
comúnmente hasta ahora, es que el nuevo cortejo no sigue ninguna pauta
estereotipada, no se repite, no es un acto mecánico sino un acto creativo
y singular. Nada hay más lejos de este no-método que el típico “¿estudias
o trabajas?”. En realidad, no existe cortejo tal y como lo hemos
explicado en la primera parte del libro. Es decir, no hay una
programación para ello sino una predisposición para conectar con otro ser
humano, distinto y complementario.
Al concebirse al ser humano como un ente perfecto en sí mismo, en paz con
sus propios errores, ninguna fórmula preconcebida es mágica sino que la
receptividad al propio momento se convierte en la llave. En otras
palabras, nos volvemos creativos en todo momento, también en el amor,
porque el ligue como acto de afirmación del ego desaparece. No tiene
cabida porque ya no hace falta afirmarlo. Nos hemos fundido con el Todo y
en el Todo aparece el alma gemela, pues la Naturaleza de la que estamos
hechos, que funciona por la ley de la atracción magnética es perfecta y
actúa de la misma forma que se atraen los imanes, “ocurre lo natural”.
Así pues, para encontrar a esa llama gemela primero es preciso estar
centrado en nuestro interior y sentir la confianza, la confianza de ser
uno con el universo, en ese momento, comienzan a suceder los milagros. Ya
no hace falta ocultar nuestros errores, ni potenciarlos (como en el
‘Woody Allen’ ni el ‘triste’ o el ‘maldito’), tampoco es preciso ocultar
nuestras virtudes, porque sin el ego, no hay tampoco lugar para la falsa
modestia.
Seguir los sueños
En este escenario, que a algunos podrá parecer irreal pero que muchos nos
hemos dado el tremendo gustazo de vivir en esta vida, cualquier situación
puede prender la chispa, en forma de mirada (los ojos se convierten en
vitales de este nuevo ligue), sin depender de la hora del día, de la
noche, o el día de la semana. Todos los días pueden esconder sus señales.
En lugar de desconfiar de esa señal, como hasta ahora, la seguimos, sin
necesidad de hacernos mil preguntas ni de lanzarnos a lo loco a por
ella/él. La propia atracción de los complementarios hará propiciar la
situación. Seguro. Y en ese momento, nos permitimos ser activos, es
decir, dejamos que nuestro ser interno actúe. No existe el temor: ni a
ser demasiado buenos, ni demasiado malos. Todo es perfecto. El miedo ha
desaparecido porque no llevamos ninguna careta y la señal que nos han
lanzado ha impactado en nuestro corazón. Vendría a ser como el flechazo
de Cupido sólo que no hacemos planes ni fantaseamos acerca de lo que
significará a largo plazo, simplemente vivimos. Puede que no sea más que
una amistad, puede que sea sexo, puede que sean unos besos, unas palabras
o puede que sea el alma gemela del largo viaje. En realidad, no importa,
porque no vamos buscando nada. Lo que sea, será bienvenido. Y a ello no
entregaremos.
Entregados al fluir, seguimos nuestros sueños, que ya son realidades, no
creamos fantasías sino que las vivimos, no nos entregamos a la mente sino
a la noacción, que es la verdadera acción. Nos decimos: “Si esto me
corresponde hacer, lo hago”.
Mi amiga Mamen, ya en la cuarentena, recibió en un sueño que ese día
encontraría al padre de su hija. Completamente convencida, se preparó
para encontrar a su príncipe azul esa misma noche... sin resultados. A la
mañana siguiente, fue a la reunión en casa de unos amigos y se encontró
con el hombre que había estado esperando; lo reconoció en seguida, y
viceversa. Se mostró convencida y se entregó a él confiada. La niña que
nació de esa relación le dijo cuando aprendió a hablar, que había llegado
para que nunca más estuviera sola...
La libertad se convierte en la fusión de hacer lo que nos da la gana y lo
que nos dicta nuestra conciencia, la “obligación” y la voluntad se
convierten en una sola cosa. Ambas se convierten en la misma cosa porque
nuestro deseo nace del corazón y no del ego. Ante ello, la vida se vuelve
múltiple, rica, holográfica, infinita. Cada momento, aunque sea repetido,
adquiere matices sorprendentes. No repetimos las mismas acciones cuando
conocemos a diferentes personas porque cada una de ellas es única. En
definitiva, nos convertimos en dioses creando en todo el momento. El
tiempo se convierte en Arte.
Los patrones de conducta estereotipados que hemos estudiado anteriormente
se vuelven irrelevantes porque no los necesitamos. Como dice la sabiduría
china, nos montamos en el tigre y nos fusionamos con él. Seguimos
nuestros deseos, los genuinos, los que nacen de nuestra conexión con el
infinito, por ello son todos son sagrados y los tenemos que saludar
porque son la fuente de nuestra noacción.
En ese estado de cosas, todos nuestros comportamientos han de cambiar,
desde el acto de besar, al de acariciar o el de escuchar y hablar. Cada
cosa que hacemos es un acto de meditación, un acto de plena consciencia
que nos produce un estado de orgasmo continuo, como estar viviendo
nuestra película, la película que queremos protagonizar y no la que nos
tienen preparada. El día y la noche dejan de ser mundos diferentes, más
allá de la natural relajación que trae la noche y la actividad proclive a
las horas solares. Nuestra personalidad no cambia de lunes a viernes ni
de las vacaciones al trabajo, tan sólo la naturaleza, nuestra naturaleza
cambia con las estaciones y los diferentes estados climatológicos. Nos
fusionamos con la naturaleza.
En el nuevo cortejo no existe el miedo de entregarnos porque nadie nos
puede hacer daño, aquella persona a la que nos entreguemos estará
dispuesta a encajar con nosotros en la justa medida en la que nosotros lo
estemos necesitando.
Por supuesto, ello no exime la risa, el juego se convierte en una risa
entre dos, no en una serie de pruebas que uno coloca al otro, porque los
dos juegan el mismo juego.
El Insistir
Hemos abordado este tema anteriormente, en el apartado “ligar en la
tierra”. Allí, en la tierra, uno tiene que decidir si perservera, si se
sobrepone a un “No” y sigue a su instinto. En el cielo, en este espacio
idílico que nos atrevemos a crear, la insistencia, la perseverancia del
varón estaría ligada a las pistas de la hembra, y la perseverancia de la
hembra en dejar pistas estaría ligada, a su vez, en el instinto de que se
merece esa espera, esa atención. Ya no hace falta elegir el momento sino
que nos dejamos elegir por él.
El juego del insistir sería, únicamente, el espacio que ambos se dan para
culminar una historia a la que se lanzan sin miedo. El tiempo que tarden
en recorrerlo sólo servirá para aumentar todavía más el deseo.
En cualquier caso, el guerrero, ese guerrero que se ha propuesto esa
batalla a medio plazo, no debería ir a ninguna batalla sin ser el 100% de
sí mismo, de lo contrario, las dolencias acarreadas podrían sumirle en la
tristeza, algo que le llevaría al odio hacia la otra. La mujer, por su
parte, debería no meter presión ni hacer pasar por momentos complicados a
quien no está preparado para ello.
Las cuatro direcciones y los cuatro elementos
En estos tiempos de igualdad, muchas mujeres (y muchos hombres) se
preguntan por sus roles en el acto del cortejo. Como hemos visto a lo
largo de este ensayo, la igualdad ha llevado a la parálisis en muchas
relaciones que, como bien explicó el Tao hace miles de años, no se ponen
en marcha si no hay un elemento dinamizador y otro receptivo. Si bien es
cierto que la propia dinámica de la sociedad ha hecho que mujeres y
hombres hayan intercambiado roles, con algunos aciertos, a la mayor parte
de la población le ha supuesto un desgaste y un nivel de fracaso
doloroso.
Desde el punto de vista de la sabiduría perenne, el papel creador del
elemento femenino está en generar la oportunidad, en preparar el terreno
para que el elemento yang, actúe. La mujer es la guía que lleva al
marinero a buen puerto, y para ello ha de manejar (en el sentido benigno
de la palabra) las cuatro direcciones y los cuatro elementos. Al norte, el
niño interior; al sur, la pasión sexual; al este, la mente; y al oeste, la
acción.
La sensualidad puede ser una buena pista para conducir al marinero, pero
si se convierte en la única, se quedará en mera pasión sexual. Por ello,
la fémina ha de conseguir que el marinero se ilusione como un niño, con
inocencia; pero siendo así sólo, podría generar una relación noña, así que
ha de meter la mente adulta en el asunto, pero no sólo, pues entonces la
relación sería sólo intelectual. Así que debería también incluir la
acción, el compartir actividades. Todo ello, desde el corazón.
Una relación del siglo XXI debe incluir el elemento agua (los
sentimientos), el elemento fuego (la pasión), el elemento aire (la
mente), el elemento tierra (trabajo, materia, dinero) y el quinto
elemento, el éter, la parte espiritual.
También es posible que todos los gustos: dulce, salado, amargo, agrio y
picante, que cada uno podrá identificar fácilmente con las diferentes
emociones de las que se compone la vida. Atravesar cada uno de ellos
puede ser una manera ajustada de establecer la duración del cortejo.
Los oráculos: el I Ching y el calendario maya
Por supuesto, que todas las suposiciones y cábalas que el enamorado haga
acerca del estado de la amada y la causa de su estado de ánimo son sólo
eso, suposiciones, hasta que ella quiera reconocer que ello es así.
Obligar a alguien a confesar algo que no quiere sólo puede originar
sufrimiento, así que no son recomendables las escenas pasionales tal y
como se entendían antaño y se ven en las películas...
El enamorado, mientras tanto, entre visita y visita, ha de jugar en el
terreno del tiempo y de las suposiciones acerca del estado de su amada. La
espera se puede hacer eterna y puede generar numerosas dudas, debatiéndose
entre la acción y la no-acción y más ahora que la mujer reclama su
libertad… (“¿la llamo o no la llamo?”, “¿se agobiará?”). El hombre, por el
hecho de serlo, tiende a la acción por naturaleza, con mayor razón si está
enamorado. Lo que ocurre es que, como decíamos al principio, los roles
hombre-mujer ya no están tan marcados como antaño, así que una actitud
excesivamente masculina, en el sentido de “activa”, puede ser
contraproducente. Así las cosas, el hombre también tiene que dominar el
arte de detenerse... para volver a la carga cuando ella lo apruebe, es
decir, ha de estar descansado, sin esperar nada, pero alerta al mismo
tiempo. ¿Cuándo hacerlo?
Consultar los oráculos puede ser de gran ayuda.
La magia, en realidad, no es un remedio que nos ayuda sin que nosotros
hagamos nada, como nos contaron. Los oráculos, por ejemplo, han de ser
consultados con plena consciencia de la situación que vivimos y sólo en
las ocasiones en las que, de verdad, necesitemos su apoyo. Al I Ching, por
ejemplo, hay que llegar con la conciencia limpia, es decir, sin
autoengaños y dispuestos a escuchar lo que nos diga. Las imágenes y
sentencias del I Ching no nos dirán lo que tenemos que decir sino que nos
ayudarán a ver mejor la situación, el momento en el que estamos, lo que,
consecuentemente, nos ayudará a tomar la mejor decisión. Como libro
sagrado que es, conviene no tomarlo a la ligera y consultarlo sólo cuando
de verdad lo necesitemos. Como cualquier cosa poderosa, si nos pasamos,
podemos desvalorizarlo. Dicho esto, te puede ser de una inmensa ayuda para
saber si tienes que arriesgar o detenerte.
El calendario maya, o calendario 13 lunas, es otra gran ayuda pues nos
conecta con la energía de cada día. Existen días para la realización, para
dar forma, para iniciar un propósito, para la colaboración, para el
cuestionamiento, el amor, el sueño, la intuición, el instinto... Si de
verdad nos conocemos a nosotros mismos y somos plenamente conscientes del
desarrollo de la relación, es decir, del relato completo, con sus tonos
altos y sus bajos, es muy posible que nos ayude a tomar decisiones de
acción o reposo en cada momento.
El Tiempo
El Tiempo, entendido como la espera hasta que consigamos aquello que
anhelamos (la otra persona) es el principal enemigo del ligue. Por una
razón muy sencilla: podemos echar por tierra la culminación de nuestro
deseo en un futuro debido a nuestra ansiedad por conseguir nuestro
propósito : “ahora o nunca” es todo lo contrario del modelo tántrico del
ligue.
Planteando el encuentro entre opuestos como una operación que comienza con
el DAR, es decir, con la proclamación sincera y a la cara (no valen
escapismos cibernéticos) de lo que sentimos, dejamos la pelota en el otro
tejado... y seguimos viviendo.
Sí. Así de claro y de rotundo.
Has dicho lo que sentías hacia el Yin y, entonces, dejas actuar a la
Naturaleza. Todas las mujeres del Mundo (incluida aquella a la que amas)
forman parte de esa Naturaleza, así pues, si no es ella (en ese momento)
la parte Yin de esa Naturaleza te corresponderá de alguna forma.
Eso sí, puede que la respuesta no venga de la persona que esperas... Y sí
de alguna otra parte....
El problema es que, ofuscado por El Tiempo, puede que no veas que la
Naturaleza te está respondiendo.
Y, lo que es peor, con la rabia del momento en que no “correspondió” con
tus deseos en aquella ocasión (otra vez, el Tiempo) no aceptarás que EL
MOMENTO HA LLEGADO.
Siente que tu relación con ESA MUJER, es tu relación con LA MUJER, con la
parte femenina de la Naturaleza.
Ofrece tus sentimientos a ESA MUJER en representación de LA MUJER, de la
parte femenina de la Creación. No te ofusques si no es el momento.
Tú has hecho lo que deberías.
Ahora, siéntete alegre. La Naturaleza te va a corresponder.
Esa es toda la clave.
DA, y ábrete a Recibir... Pero tienes que estar atento: la recompensa
puede venir por donde menos te lo esperas.
PD: Aunque nos quieran hacer creer que el Ser Humano busca su felicidad,
los tiempos que corren, cargados de mensajes de miedo y desconfianza
(sobre todo entre los sexos), inspiran más bien a salir corriendo cuando
encontramos al opuesto que nos puede provocar la mística sensación de
unión con el Tao, con el Todo. Por ello, es bien habitual que nos
busquemos excusas, autoengaños, escapismos y hasta “alternativas“ en las
que nuestro corazón no se vaya a exponer tanto, para evitar romper el muro
que nos atenaza y nos impide llegar a la Realización completa, la
Plenitud.
Por todo ello, y dado que entre las buenas personas, la felicidad personal
está interiorizada como un egoísmo (“con lo mal que está el Mundo, cómo
voy a ser yo tan feliz”) es preciso encontrar una fórmula para deshacer
nuestro autoengaño y superar el pánico que nos atenaza.
La fórmula secreta, la fórmula que ahora comparto contigo es ésta.
HAZLO POR LA HUMANIDAD.
Si te cuesta abrir tu corazón por ti, piensa que ese acto desinteresado
que es exponer lo que sientes en lo más profundo de tu corazón, lo haces
por el Bien de la Humanidad. Por su sanación.
No esperes resultados (aunque no te olvides de escuchar, no vaya a ser
que…). Hazlo por el Planeta. Por su sanación.